Continuar leyendo "Cerrajero en Canals"
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]]>Luego de un tiempo, el recluído se escapó de la prisión. Contaba que luego de un par de años de hacer sus postraciones diarias, notó que en la alfombra, su esposa, había zurcido el esquema de la cerradura que lo tenía en cautiverio. Al cerrajero en Canals le gustaba contar esta historia cuando trabajaba (ya fuera de día o de noche, pues su disponibilidad era de 24 horas). La historia seguía con el cerrajero haciéndose amigo de los gendarmes, convenciéndolos de que les esperaba una mejor vida si todos se escapaban juntos de la prisión. Ellos accedieron porque entendían que aunque estuvieran del otro lado de las rejas, igual eran prisioneros y también querían su libertad, solo que no tenían los recursos para irse.
El cerrajero en Canals terminaba la historia de esta manera: los gendarmes conseguían piezas de metal y el cerrajero, dentro de la celda, las transformaba en piezas que los gendarmes vendían en el mercado local. Así acumulaban dinero para emprender la huida. Como no tenían la llave de la prisión, el cerrajero la hizo también. Llegó el día indicado, ya el cerrajero había hecho la llave, ya habían abierto la celda y todos salieron al escapado, donde estaba la esposa del cerrajero. Todos se fueron hacia lugares donde nunca los encontrarían. Adentro de la celda quedó la alfombra, para que el siguiente prisionero supiera cómo escapar.
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